Como periodistas estamos obligados a
reportar que hay muchos mexicanos que están pidiendo la renuncia del
presidente Enrique Peña Nieto. No reportarlo sería mentir, hacerle el
juego al gobierno o, peor aún, autocensura.
Miles han pedido su renuncia de la
presidencia en las múltiples protestas por la desaparición de 43
estudiantes y en las redes sociales. Los testimonios, los videos y los
tweets ahí están. No estamos inventando nada. Así que hablémoslo.
¿Por qué piden su renuncia? Por
incapaz, por no poder con la violencia que aterra al país, por los
altísimos índices de impunidad y corrupción, por tener una política de
silencio frente al crimen y, sobre todo, por la terrible y tardía
reacción ante la desaparición de 43 estudiantes en Guerrero.
Peña Nieto actuó con incomprensible
indiferencia y negligencia: se tardó 11 días en hablar en público desde
que ocurrieron las desapariciones; se ha negado a realizar una sola
conferencia de prensa o una entrevista con un periodista independiente
–de hecho, no ha respondido a una sola pregunta sobre el tema; y
tuvieron que pasar 33 días para reunirse con los padres de los
estudiantes desaparecidos. Todos errores. Eso es precisamente lo que un
presidente no debe hacer nunca.
Un presidente nunca debe esconderse
y Peña Nieto se ha escondido. No ha querido dar la cara. Me ha tocado
cubrir muchas crisis internacionales y los mandatarios, generalmente,
salen en público, responden preguntas y toman responsabilidad de los
hechos. No es el caso de Peña Nieto. Y cuando el presidente no preside y
se achica, deja al país a la deriva.
En México los presidentes no
renuncian. Hay muy pocos casos en nuestra historia. Se quedan seis años
en el poder, pase lo que pase. Pero la constitución sí contempla una
salida.
El artículo 86 de la constitución
mexicana dice: “El cargo de presidente de la república solo es
renunciable por causa grave, que calificará el Congreso de la unión,
ante el que se presentará la renuncia”. ¿Es “causa grave” lo que está
pasando en México respecto a la inseguridad, impunidad e incapacidad
para gobernar?
Datos. Una encuesta del INEGI
confirma que el primer año de Peña Nieto fue peor que los últimos dos de
Felipe Calderón. En el 2013 hubo 10.7 millones de hogares que sufrieron
algún delito (33.9% de la población). Datos. El 67 por ciento de la
población dice que vivir en su ciudad es “inseguro”. Datos. El 93.8 por
ciento de delitos no se denuncian, en su mayoría, por desconfianza a la
autoridad. Datos. Hubo más secuestros en el primer año de Peña Nieto que
en cualquiera de los seis de Calderón, según la Secretaría de
Gobernación. Y el 2014 también viene mal. Ve aquí los datos oficiales http://bit.ly/1moTYql
¿Cuántos mexicanos quieren la
renuncia de Peña Nieto? No hay, todavía, ninguna encuesta que se haya
atrevido a preguntarlo. Lo que sí es cierto es que para millones de
mexicanos Peña Nieto no ganó limpiamente la elección del 2012 y esa
percepción de ilegitimidad complica su mandato. Además de tener una
elección cuestionada y un apoyo minoritario –solo 38% del voto- ahora no
puede con el puesto. Le quedó grande. Eso es grave.
Ante la violencia, Peña Nieto ha
sido un presidente débil, huidizo. Prácticamente se esfumó ante la
matanza del ejército a 22 civiles en Tlatlaya y ante los muertos de
Guerrero. Lejos quedaron los discursos triunfalistas por las 11 reformas
y la construcción del nuevo aeropuerto capitalino.
Peña Nieto, desde luego, no va a
presentar nunca su renuncia. Ni este congreso –con sus complicidades y
alianzas- se atrevería a sugerirla. El gobierno seguramente dirá que los
pedidos de renuncia al presidente son producto de un pequeñísimo grupo
de radicales y resentidos. Pero eso no es cierto. Esto apunta a un
vibrante y naciente movimiento cívico y democrático. La marcha al Zócalo
del 22 de octubre fue una de las más grandes de este siglo en México.
Imposible no verlo.
Es irónico que uno de los
presidentes más jóvenes que ha tenido México haya perdido el apoyo de
los jóvenes. Dudo que el presidente pueda ir hoy a alguna universidad
del país. El futuro ya le dio la espalda a Peña Nieto. Y no habrá viaje
internacional sin protestas por las violaciones a los derechos humanos
en México.
Pedir la renuncia de Peña Nieto es,
por ahora, solo un ejercicio de libertad y de protesta. Y como
reporteros lo debemos contar. Cuando hay abusos de poder, el periodismo
tiene que ser contrapoder.
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